Hay un instinto salvaje floreciendo o aguardando en lo más profundo de cada una de nosotras.
A veces es un instinto aletargado, dormido, en pausa…nunca muerto.
Otras veces está despierto, activo, ardiente…salvaje siempre.
Escuchar y respetar nuestro instinto no es fácil, pues seguir nuestros impulsos provoca que nos exiliemos de otras personas…pero actuar conforme a lo que se espera de nosotras supone exiliarnos de nosotras mismas, perder la identidad, someternos de un modo u otro y así… dejamos a menudo de amarnos, de sabernos reales y sabias, de luchar, de valorarnos…y eso es devastador.
Una vez leí que ser fuerte es vivir de forma activa tu naturaleza, sin importarte ante quién o qué estés.
Ser fuerte es aprender, crecer, integrar y soltar. Es sostener. Es ser vulnerable cuando hay que serlo, e imperturbable cuando así se requiera.
Ser fuerte es ser salvaje.
Es una tragedia que nos alejemos de nuestro propio ser sometidas a presiones sociales o culturales. Es una tragedia dejar de ser salvaje para ser hija, madre, hermana, amiga o compañera de forma homogénea y huir de tu esencia, enrolándote en una suerte de mujer conforme, aunque feliz, por la que los días suceden sin apenas sentirse respirar.
Es inspirador y valiente ser hija, madre, hermana, amiga o compañera cuando sientes que realmente quieres serlo. Cuando tu ser así lo reclama.
Puede que ser salvaje, al fin y al cabo, consista únicamente es escucharte de verdad, en sentirte, en observar qué te resuena…y abrazarlo y vivirlo sea lo que sea.
Seamos manada, lobas, mentes que busquemos juntas nuestra esencia. Busquemos un espacio sagrado donde cuidarnos, donde vivir, donde gritar, donde buscar ese ser.
Donde ser.
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.Y a estos asuntos le ando dando vueltas a estas horas.
buenas noches y mucho amor ❤