La casa tiene los mismos sonidos que la montaña cuando él está.
Se siente su presencia porque preparo café mientras tintinean mosquetones, cuelgan cordinos de la ventana y hay un mosquetón enorme de pruebas fijado a una verja de hierro que tenemos en el salón.
Si él está, hay más cosas sin ordenar en el salón, pero hace mucho menos frío.
Del mismo modo, ir a la montaña es como jugar en casa si él se viene.
La niebla, las tormentas, el viento y las nevadas se convierten en aventuras inolvidables.
Todo lo que me da miedo, me atrae y me hipnotiza si él está cerca.
Y da igual la casa, el entorno, el clima, la altitud o la ciudad en la que estemos…casa es cuando estamos juntos 🙂